El pasado 28 de marzo a las 8:30 p.m. hora colombiana, el mundo se comprometió con la iniciativa global de «la Hora del Planeta», se apagaron las luces de las principales ciudades y muchos de nosotros nos unimos no solo cortando la energía por una hora, sino elevando una plegaria por nuestra madre tierra.
La actividad humana ha dado lugar a un espacio contaminado deducido por la presencia de sustancias nocivas e incomodas en el suelo, el agua y el aire; agentes puestos en tal cantidad que pueden incluso dañar la salud y el bienestar de los animales, las plantas y los seres humanos, impidiendo el pleno desarrollo vital.
Son muchas las formas de contaminación con las que día a día hacemos turbio nuestro ambiente, las sustancias sólidas, liquidas y gaseosas que emitimos cotidianamente además del ruido, el calor, y los olores conforman un panorama poco alentador para la pacha mama.
Los problemas ambientales globales, aquellos que por su gran dimensión afectan al medio ambiente del planeta, requieren de manera urgente nuestra atención y cuidado, es un compromiso que todos deberíamos asumir de manera responsable.
La tasa de crecimiento de la población, los altos índices de contaminación, el tratamiento no planeado de la agricultura, las actividades mineras sin controles, el abuso de la madera como materia prima, la disminución y afectación de la biodiversidad, la degradación de los recursos naturales y el deterioro atmosférica son entre otros, algunos de los elementos que ensombrecen o afectan el destino de la tierra.
Es imprescindible entonces unirnos a las campañas que tiendan al reestablecimiento sostenible del medio ambiente. Desde las instituciones educativas se promueve en los jóvenes la cultura del respeto por los recursos naturales, es así, que se realizan permanentemente actividades de reforestación, reciclaje y limpieza de áreas protegidas que motivan en las y los estudiantes la conciencia ecológica.
El pasado 22 de marzo, se celebro en Bogotá el evento musical «concierto del agua, la fiesta ambiental e intercultural» con el cual se pretendió crear un espacio de conciencia y reflexión en torno al tema del agua y la relación del ser humano con el preciado liquido.
Lo que se hace actualmente es muy importante, si logramos incorporar en nuestra cultura las prácticas responsables que conllevan al bienestar humano, sembrado sobre el respeto de todas las formas vivas que nos circundan y que hacen parte de nuestra existencia y en la medida en que apropiemos en nuestros corazones estas prácticas y las relacionemos con la vida misma, será posible divisar amorosamente un porvenir positivo, mas limpio y seguro para nosotros y los venideros.
¡Tenemos una casa gigante! en la que habitamos desde nuestra llegada a la vida, nos ha recibido amorosamente cual anfitriona incondicional y como tal, nos ofrece irrestrictamente el abrazo de la Madre que solo esperaría una mirada de ternura o de agradecimiento.
Nos da todo desde sus entrañas y sin embargo, lo que le entregamos son consecutivos maltratos como si no la sintiéramos en el corazón. Podemos observarla agónica, triste, debatiéndose sobre un final indigno para cualquier ser vivo y recibiendo el desamor de sus hijos.
Hoy, lo que debemos hacer, es disponernos a la reflexión profunda que nos incite a actuar de una forma distinta con la Madre Tierra, a recuperar las enseñanzas de nuestros antepasados en lo que concerniente a su profundo respeto, al agradecimiento continuo por la vida misma, devenida de ella y a restablecer desde una inteligencia emocional los daños que le hemos causado. Entonces la Tierra sabrá que sus hijos no la han olvidado, que seguimos respetándola y que al fin hemos despertado para de verdad sentirla como lo que es, nuestra Madre Tierra.
El Estado Colombiano ha suscrito importantes convenios a nivel nacional e internacional donde se compromete con los desafíos que en materia ambiental tiene el planeta, el protocolo de Kioto es un claro ejemplo de nuestro compromiso para la supervivencia de la tierra, asegurando un hábitat sano para las futuras generaciones, así como los proyectos que hoy desde el Congreso buscan mejorar nuestra calidad de vida tales como el de Bienestar Animal, que pretende garantizar este derecho fundamental o el proyecto sobre los Ecosistemas que busca garantizar la preservación, conservación y generación de los mismos.
Los acuerdos originados en las alcaldías en materia ambiental que pretenden mejorar las condiciones de vida de los pobladores y la utilización responsable de los recursos con los que cuentan los municipios. Y las acciones de educación y participación ciudadana que el Ministerio del Medio Ambiente ha formulado a través del Decreto 216 y que reúne las actividades que se deben hacer al respecto en el nivel nacional, regional y municipal; la producción más limpia; y la incorporación de normas como la ISO 1404, que establece los fundamentos para las empresas con responsabilidad social, en el análisis del ciclo de vida y sus fases y las ISO 14041, 14042, 14043 que la explican detalladamente.
Sabemos perfectamente que nuestro paso por este lugar es transitorio, pero tras de nosotros nos han precedido generaciones enteras que han edificado la memoria que nos construye y en el porvenir están las nuevas generaciones, a quienes les debemos un lugar propicio para su desarrollo desde todos los ámbitos, empezando por el hábitat que reclama una intervención urgente, tierna, poderosamente consciente y consecuente
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